Una de las cosas que más ilusión me hace desde mucho tiempo es la docencia. El poder plantarte frente a gente y contar aquello que sabes, que te apasiona e intentar transmitir que sumar esos datos a tu base de datos puede ser algo que te venga bien, o simplemente te dé placer (¡oh bendito deseo!).

Hoy he experimentado una cosa de por sí frustrante: incitar a pensar en modo utópico y no lograr por respuesta otra cosa que «es que eso es muy difícil». Es decir, poder imaginarse una situación en la que tenemos que plantear qué haríamos, cómo lo solucionaríamos: la educación tecnológica en las escuelas, el acceso a la información en Internet… no sé, elige cualquier tema. Y sobre ese tema no me des tu opinión sino que plantéame un escenario que te parezca ideal, óptimo, aconsejable.

Constatar la incapacidad de proyectar una mirada lúdica, fantasiosa, alegre, creativa… ¡que sea deseable! ha supuesto para mi hoy un momento de desasosiego. ¿Estamos realmente en un momento en que incluso nos han quitado la posibilidad de imaginar lo deseable? ¿Todo se remite a pensar que aquello que sería lo bueno es tan difícil de conseguirse que no merece la pena ser ni siquiera planteado, discutido?

Creo que lejos de llevarme a una situación de negatividad esto me lleva a plantearme aún de manera más seria lograr comunicar mejor esa forma de enseñar que invite a soñar, a crear utopías y diseñar futuros que aún no han sido pensados.

Ojalá pueda verme progresar en ese sentido.